Sunday 13 September 2009

TACONES CONTRA CABELLERA...

Digamos que Rubí tiene un culo impresionante que vuelve locos a los hombres. Tambien digamos que esta niña tiene unos labios besables y unos ojos pizpiretos. Hasta ahí, todo bien, digamos que soñamos. Solo que decorandole el cuerpo, la cara y los ojos, bajo todo el decorado se encuentra un ser humano que se enciende mucho más aprisa que un cerillo-Y no me refiero a la cachondez habitual, sino a su furia-
Acompañandole un día a hacer algunas diligencias en la ciudad, el coche avanzaba sin prisas por las calles y la música ensordecía nuestra conversación, así a todo pulmón, reíamos, cantabamos y hablabamos. despues de varias paradas y esperarle encerrado en el grandioso Lincoln que poseé y mientras me masajeaba las tepalcuahans el asiento con sus vibraciones autómatas, seguía cantando y fumandome un cigarrillo, mientras Rubí contoneaba su inmenso culo, regresaba y otra vez a seguir con las diligencias, por fín despues de media mañana, la última diligencia sería en la zona hotelera, donde se encuentran unas oficinas gubernamentales. Entrando al estacionamiento, me sugirió que le acompañara, nos bajamos, entramos platicando aún de tonterías a la oficina, nos formamos en las largas colas, minetras los burócratas se limpiaban la baba ante tamaño culo y las viejas volteaban a mirarle con envidia y algunos se imaginaban lo que no harían con tamaño pedorro un sábado por la noche-eso sí, no sé si usandolo o pidiendolo prestado para pasear por el malecón- Después de casí cuarenta y cinco minutos de chisme, de espera, de que la Rubi sacara el abanico de madreperla e incrustaciones de jade y se abanicara la jeta, la ceja y casi media madre -solo faltó que se abanicara el gigantesco peyoyo- Llegamos a la ventanilla con el burrocráta, que con jeta de enfado atendió  y le pidió algunos papeles más, para que pasará a la ventanilla tal y tal y hacer de nuevo fila y otra media hora de abanicarse el enfado y el chisme casí en susurros por la monotonía, llegamos a la nueva ventanilla y por fín pudimos salir de ese laberinto gubernamental. Salimos, nos dirigimos rumbo al estacionamiento y ¡Oh sorprais! un weon se había atravezado sin miramientos para no dejarnos salir.
-¡Que la chingada!, Mira nada más esté pendejo de mierda atravezado así como así- dijo
-¡Puta maye pués... Aaaah pero ni madres, ahorita voy y armo escándalo, como es posible!
Cabe mencionar que el maldito parking lot es compartido por una gran tienda de autoservicio y es subterráneo. Y ahí vamos de nuevo a las oficinas gubernamentales, llegando a la recepción  exigió inmediatamente hablar con el mandamas de la oficina, y no quizó dar explicación alguna del porque. La recepcionista le explicó que tardaría al menos media hora en recibirle, así que con ojos de matacaguamas, preguntó donde estaba la oficina del achichincle y cuando le dijéron where, up she goes y yo detrás.
Bien, yo lo único que recuerdo fue la furia con la que abrió la puerta, los gritos de exigencia de que mandara quitar inmediaenchinga el armastrote de carro que no le dejaba salir del parking. Tambien lo que recuerdo fue que cuando se abrió la puerta, el tipo encargado estaba apergollada de una fulana, dandole tremenda agazajada que los humos pasionales que emanaban caldeaban el ambiente, por lo mismo, solo escuché gritos entre Rubí y el güey cachondo y blah, blah y BLAH! a grito pelado y otro portazo y yo detrás sin decir pío o !cuack!, como elefantita berrionda, el culonón que iba delante de mí, se meneaba y a pasos agigantados salía de esa office, para dirigirse a la tienda de autoservicio, llegando a recepción de dicha tienda, y como había muuucha gente,con su metro y ochenta de estatura, sobresalía por encima de todos, se abrió paso entre la muchedumbre y con voz firme pidió que vocéaran al dueño del armastrote que no nos dejaba salir del parking. Craso error de la señorita de recepción de la tienda, no le hizó caso. Encabritada como rinoceronta en menopausia, se recargó sobre el mostrador y en un parpadeo cogió el micrófono.
-¡Al o a la pendeja bestía, que se estacionó justo en la parte trasera de un Lincoln, hagame el rechingado favor de venir a quitar la basura, porque ya me quiero largar! -fué lo que todos escuchamos con voz atronadora por los altavoces. De repente un silencio enorme y ni siquiera el robotico blip-blip-blip de las cajas registradoras se escuchaba, luego, una risita a lo lejos y de pronto un estruendo de carcajadas. La señorita de recepción de mercancías toda seria le pidió de favor que devolviera el micrófono, haciendo caso omiso volvió a rugir:
-¡Con una chingada pues...Vengan a quitar esa mugre que no me deja salir del estacionamiento jijos de la gran tiznada-pendejoscomemierda-brutospamanejar-rejijosdetodaslavergas-imbécilesdeprimergrado!
Y fue cuando llegó seguridad forcejeando, a mí me tomaron de los brazos y como muñeco de trapo me traían dos de seguridad como manojo de hediondilla pa un lao, pal otro, pa arriba y pa abajo, mientras el gerente de la tienda de autoservico se hacia presente y gritaba y le gritaba de regreso y saliva iba y saliva venía y solo faltaba un grupo de samba brasileiro para que aquello fuera un carnaval, porque justo por la música ambiental, doña negris Celia finada Cruz, se desgañitaba cantando: "Aaay no hay que llorar, que la vida es un carnaval y las penas se van cantando" Y vaya que cantaban pero sapos, cebollas y serpientes de las voces de ambos. Cuando menos me dí cuenta, los dos estabamos afuera de la tienda, con una muchedumbre mitotera mientras los putas madres seguían saliendo a mil por hora por el hociquito de alhelí.Cuando de entre la muchedumbre apareción un tipo de bigote y mamado como torote de lidia que decía ser el dueño del armastrote, y se volviéron a hacer de palabras, hasta que en un momento dado nos dirigiamos hacia el estacionamiento seguido por los mitoteros y metiches de siempre.
En el parking, las palabras altisonantes volaban a diestra y siniestra y ¡pum! el primer chingadazo.
Rubi le dió al torote con el puño cerrado, a la misma vez que este le regresaba el golpe, logrando esquivarlo y volviendole a dar en la jeta, que se reventó en un chorro de sangre y ¡ande cabrón! que le toca un madrazo al culonón entre ceja-oreja y madre y otro borbotón de sangre y la muchedumbre gritaba pero no hacia nada, así como tampoco los de seguridad y menos yo, sabiendo quien resultaría ganador, casí me atrevía a apostar y ganar plata extra entre los mitoteros, porque en un momento dado, el torote de un madrazo bien puesto, quedó como nenita dormida en el suelo asfaltado y peyoyón con ojos de matacabrones exigió a los de seguridad que le quitaran de inmediato a ese pelafustan de ahí, mientras me ordenaba encabronadoramente  que me metiera al coche y sin decir agua va, dió reversa y ¡pum! chocó con el armastrote no una, ni dos, como quince veces, hasta que hizó un espacio suficiente para salir como si nada. Dentro del coche, encendió un cigarrillo mientras se limpiaba la sangre y seguí gritando grosería y media. En la autopista enfiló rumbo al norte de la ciudad y cuando pregunté el porque, me dijó que ibamos a adelantarnos a la demanda. LLegamos a los cuartéles del ministerio público, nos bajamos y con la seriedad embarrada en sangre y coraje llegó con el policia cara de sapo encargado:
-¿Digáme?..Ah..De seguro viene a poner una demanda.
-NO...Vengo porque de seguro la demanda la tengo yo.
Con cara de sorpresa el gendárme escuchó todo lo que le decía Rubí y cuando inquirió con qué había desmayado al torote, le mostró una zapatilla con un tacón de no sé cuantos centimetros enoorme.
¿Y de quién es la zapatilla?-Preguntó el azul
-¿Que le importa,? ¡chingadamadre, bastele saber que está es el arma!
Y en ese momento entraba el torote gritandol pendejada y media, que solo al darse la vuelta, con certera puntería le sorrajo tremendo madrazo al toro, que lo volvió a desmayar con los tacones.
Esa noche, culonónn durmió la siesta en una celda rosa, mientras los abogados preparaban todo para sacarle de semejante embrollo. Se pagáron lo daños tanto materiales como físicos y a las ocho de la noche contaba su experiencia gozoza a quien quisiera escucharle.
Lo único que me pregunto es ¿para que diablos traía tremendas zapatillas Rúben bajo el asiento de su coche? Pero de lo que si estoy seguro es de que sirven como arma de defensa.
Rúben y su culote, aún se mueven de risa cuando cuenta la historia de la lucha entre tacones contra cabellera.

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