Saturday 5 September 2009

MORRIÑA DE ALEXA-y el perro que aullò por una hora-

Alexa, es una tìa amena. Le encantà la bullanga, el dicho, el trecho y el tequila. No hay fiesta sin tequila en su casa, no hay pachanga en casa de alexa, en la que los rìos de tequila ahoguen risas, malas caras o aburrimiento. Y entre copa y copa, el ipod de alexa vomita canciones ochenteras. La mesa con cubierta de vidrio biselado y las sillas de hierro forjado, vibran con los decibeles en aumento de los altoparlantes. El culo de los invitados, arrellanado en los acolchonados asientos de las sillas, pretenden moverse al unìsono, salvo por aquel al que sin premeditaciòn y con toda la ventaja, se le escapa un gas, que ràpidamente es contrastado por el humo de cigarrillos y una ocasional varita de incienso. Una de esas tardes-noches-madrugadas, Alexa recuerda su primer mascota, un perrito lanudo. Y lo recuerda porque en ese momento, los altoparlantes vomitan una canciòn ochentera de una ruca que nunca cantò, pero que segùn ella se creè diva, y a lo mucho que ha llegado es a emular al king of pop, MJackson, y no por la voz, pero si por las cirugìas a las que se ha aficionado y que la han dejado sin nariz y con la jeta de chancla màs amplia de todo el espectàculo nacional en este paìs tercermundista. Lucìa cirugìa mendez jackson, la autonombrada diva-puaj telebasura y sus artistas de plàstico- por fin se apaga en ese ipod ochentero y sopas, mecano y Ana torroja, en su mejor època. Entonces la tìa està, Alexa, rìe misteriosa y comienza a contar:
-Cuando niña, tenìa un perro lanudo, en los ochenta todavìa era una chamaca mocosa, pero curiosa y rapaz. Me encantaba mecano y la trenza larga de la Torroja! imitaba a la cantante, me aprendìa las canciones, frente al espejo, me enfundaba en camisas de mis hermanos, me ceñia un cinto de mi madre y con una larga calceta de mi padre, me la prendìa en los cabellos, para que pareciera la larga trenza de Ana Torroja y cantaba o movìa los labios mejor dicho, al son de cualquier canciòn de mecano. Mi ùnico pùblico era el perro lanudo, que brincaba a mi lado al principio y despuès cansado, se echaba en el suelo, observandome, mientras yo emocionada, imaginaba un escenario repleto, con luces brillantes, la mùsica alta y gritos de emociòn y no, los resoplidos del perro lanudo harto de mis desfiguros. Un buen dìa, mientras escuchaba a mecano en la radio, mi mascota se acercò y displiscente me lamiò la cara. Le mirè y sin decir agua va, lo acicale, le peine el enmarañado pelaje, y con los maquillajes robados a mi madre, chapetes en sus cachetes, azules en sus pàrpados y en las orejas, con una liga de goma, le acomodè la calceta de mi padre negra, a modo de trenza! pusè un cassette en la grabadora de mecano, y al son de una de las canciones, cogì al perro, y brinque con el, imaginando que mi perro era la personificaciòn de la Torroja en todo su esplendor. Una voz autoritaria subiò por las escaleras, llamandome, la merienda estaba servida y todos esperaban a su majestad Alexa, a que se dignara a bajar y asì comenzar con el ritual diario de la cena. Salì del cuarto, con el perro en brazos, justo cuando entraba al comedor, mi madre desde la cocina, me atajo y me grito: Y no se te ocurra tener al perro en brazos mientras meriendas, sube inmediatamente y dejalo en la azotehuela. Refunfuñando lo hice, mientras le dejaba agua limpia y un platòn lleno de comida de perro. Esa noche soñe con escenarios y con los dìas del verano que se iban, dos dìas màs y estarìa de vuelta en el colegio, para participar como siempre, del saber que las monjas a reglazos nos inculcaban.
Llegò el fin de las vacaciones y la escuela como siempre, apestaba. Cuatro dìas y sus noches, habìan pasado. Mi madre entre esos cuatro dìas, me obligaba a llevarle la comida a mi perro lanudo, cosa que era un deber, ya que me habìa empeñado en que me lo compraran y habìa hecho una rabieta al escuchar el tercer NO rotundo. Las vecinas, chismosas, le comentaban a mi madre que tenìa un perro muy peculiar, que ladraba a los que caminaban por la acera, desde la azotehuela. Mi madre siempre decìa sì, esque la peque lo tiene consentido. El quinto dìa, sàbado por fìn! no tendrìa que ir a la escuela, pero las tareas impuestas por mis padres, debìan ser cumplidas a pie juntillas. Lavar la azotehuela era una de las tantas obligaciones familiares, y digo familiares porque no solo la servidumbre las hacia, sino que por regla comùn, participaba toda la familia en ello. Mi madre, harta y enojada de que, yo solo cantara y brincara y escuchara mùsica en mi habitaciòn, me saco a rastras de ahì, y subimos las escaleras, yo casi en vilo de la manaza fuerte de mi madre y en la otra manaza, cubetas, detergente, blanqueador y trapeadores, que sostenia como maga la señora. Nada màs abrir la puerta de la azotehuela, los ladridos de mi perro lanudo, dieron la bienvenida a mi madre y a mi. Mi madre le observò detenidamente y medio sonriendo, me mirò a mi preguntandome: -Alexa, que es lo que tiene tu mascota en la cabeza? sin pena ni miedo, le respondì que era una de las calcetas negras de Pà. Ella riò un poco y ordeno que se la quitarà, para proceder a bañar al perro lanudo y a limpiar el lugar. Obedecì sin chistar, mientras mi petite chou chou, me lamìa la cara. Todo sucediò muy ràpido, entre acariciar a mi perro, escuchar las quejas de mi madre y quitarle sin premeditaciòn y con ventaja, la liga de goma y la calceta anudada en sus orejas, el perro aullò a todo pulmòn y corriò y corriò y corriò, atravezandose entre mi madre y las cubetas llenas de agua. Mi madre y las cubetas encontraron las baldosas y mi perro ladraba con los ojos desorbitados dando vueltas, tumbos, volteretas, y fue cuando encontrò la puerta de la azotehuela abierta y zumba, se perdiò en las escaleras rumbo a las alcobas principales. Esa noche, dormì con una zurra en mis posaderas y làgrimas en los ojos. Mi madre durmiò con las rodillas raspadas, mi perro con las orejas adoloridas y mis hermanos con una carcajada entre ceja, oreja y madre. Aùn ahora me imagino a mi perro lanudo, con sus orejas juntas y atrapadas entre la liga de goma y la calceta negra durante casì toda una semana, ladrandole a los paseantes de la acera, mientras las vecinas metiches, miraban como mi perritoanatorrojademecano, balanceaba en su linda cara su trenza ochentera y sus parpados azules coqueteaban con el viento. Cuando le quite la goma y la calceta, la sangre le volviò a las pobres orejas entumidas de mi perro y el dolor lo volviò loco. Mis posaderas sintieròn tambien el mismo dolor al recibir los cintarazos de mi padre, por niña desalmada con los animales...
Entonces, al calor del tequila, los que estabamos ahì reunidos, soltamos una carcajada y miramos de reojo a la preciosa perra color plata que tenìa Alexa, y le deseamos las mejores de las suertes, por si a la dueña, en una borrachera, le diera por vestirla de Lady Gaga!
Joel Langarika para òxido de la masmèdula...
Puerto Vallarta Jalisco, Mèxico

1 comment:

Unknown said...

Ahora Alexa no hace eso, para eso tiene una nueva institutris que se encarga de lavar las baldozas y cepilar las cabellera color plata de la nueva Lady Gaga!!

Saludos!!!

Calentorro Cantador